“Reforma
Protestante”
Durante
el siglo XV, la falta de la formación de los sacerdotes, el interés del clero
por la riqueza, la ostentación del lujo por parte del Papa, y la jerarquía de
la Iglesia y la venta de cargos eclesiásticos, eran situaciones criticadas por
una parte importante de la población europea, que tenía un fuerte sentimiento
religioso. Esta situación se agravó a causa de la venta de indulgencias. En la
sede del Papado, en Roma, se podía comprar el perdón de los pecados que se
habían cometido- diferentes grados de perdón tenían diferentes precios- y
también obtener la reducción de la pena que merecerían en la vida eterna las
almas de los muertos.
La
crisis estalló en 1517, cuando un monje alemán, Martín Lutero, negó públicamente
la validez de las ventas de indulgencias. Sus críticas se extendieron a otros
aspectos de la situación de la iglesia de la época y cuestionó la autoridad del
Papa. Lutero también negó la necesidad de realizar buenas obras para obtener la
salvación eterna. Afirmó que el hombre era débil y pecador y que por eso, su
salvación no podía depender de las acciones y obras que realizara: según él la
salvación, dependía de la fe. No aceptó la mayoría de los sacramentos y propuso
que la interpretación de la Biblia fuera libre y personal.
Luego
de años de discusiones teológicas, el Papa y los obispos de Roma no llegaron a
un acuerdo con Lutero y éste fue excomulgado (es decir excluido como miembro de
la iglesia).
Desde entonces, el cristianismo reformado, que tomó el nombre de
protestante tuvo partidarios en cada Estado europeo, que se fueron organizando
en distintas iglesias. El Papa, en Roma, continúo siendo el jefe del
cristianismo que mantenía en su fe y en su liturgia el núcleo de las
tradiciones romanas, y que tomó el nombre de católico, apostólico y romano.
La
Europa cristiana se dividió entonces en
protestante y católica.
“La
Contrarreforma”
Después
de 1517, el Papado comenzó a realizar una serie de reformas para mejorar la
organización interna de la Iglesia Católica. Se establecieron reglamentos muy
estrictos para las órdenes religiosas tradicionales. En 1540 se autorizó a la
creación de la Compañía de Jesús, fundada por Ignacio de Loyola sobre la base
de dos principios: la obediencia absoluta al Papa y la estricta aceptación a
los principios de la doctrina dictados por la Iglesia de Roma.
Los jesuitas se
convirtieron en el principal apoyo y defensa del nuevo catolicismo.
En
el Concilio de Trento (reunido entre 1545 y 1563) los obispos católicos reafirmaron
los dogmas de fe que habían sido puestos en duda por Lutero, crearon centros
destinados a la formación de sacerdotes y reconocieron al Papa como autoridad
superior de la Iglesia Católica.
Aprobaron
también el restablecimiento del Tribunal del Santo Oficio, conocido como Santa
Inquisición. Encargaron a esta institución que existía desde siglos anteriores,
controlar y garantizar la pureza de la fe católica de los creyentes y de
aquellos que se convertían al cristianismo.
Y
también aprobaron la realización del índice de los libros prohibidos para la
lectura de los católicos, por contener afirmaciones contrarias a la fe. Este
movimiento fue llamado Contrarreforma católica porque se propuso limitar el
avance de la Reforma Protestante.
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